Los seres humanos muestran un
profundo deseo de que exista una realidad
objetiva, lo que revela una
necesidad de certezas que procuren seguridad y
bienestar. Este deseo no ha escapado
a la ciencia. “Parecería que para un
científico (y quizás para todos
nosotros) hay algo aún peor que el fracaso
personal: el descubrir que la
realidad que se ha estado buscando y sobre la
que se ha trabajado tantos años no
es sino una de las tantas realidades”
John Briggs y
David Peat.
He dejado en aquel
estado vaporoso el perfil de mis fantasmas, otrora estaban en el éter, lugares
al fin de cuentos y quimeras, ingrávidos, inaccesibles con brújulas o mapas. Difícil
de entender para las mujeres y hombres productivos, aquellos “Famas” que
necesitan ver para creer, con el
agravante de que en estos espacios no se le conoce forma alguna a esta materia de
inaprensible fantasía.
Los fantasmas que
tengo en un archivo no pueden ser observados y son realmente una invención ( ? ) con la paradoja que esto representa…extraños
a cualquier unidad de medida. con una
capacidad de evadir cualquier protocolo que los pese o los mida, huidizos a
toda crítica moral y con dificultades manifiestas para ser descriptos.
Mis espectros me han
recriminado que el ciberespacio es un
lugar muy solitario y aburrido, un desierto inmenso y plano, allí duermen al sereno y de noche se protegen del frío con papeles
que yo mismo he imaginado. Suelen jugar al ajedrez y ya han escrito más de mil
hojas en una antología de poemas con una decena de heterónomos . Ante mis
ausencias, el aburrimiento les ha
despertado proyectos creativos, la escultura, entre ellos. Uno ha llegado a ser
chef tomando un curso interactivo gratis
por Internet
Mi idea primogénita
escondía malas intenciones, mi deseo era que algún hacker se robara mis
espíritus, cosa que resultó poco probable ya que solo uno les puede dar vida y
hasta el mismo autor desconoce los alimentos que favorecieron su crianza.
Allí están, esperando
que los despierte de tanto en tanto, cristalizados en una foto borrosa, quietos
en su neblina, hasta que les saludo y recobran vida, como si despertaran de una
ensoñación, retoman el movimiento y participan de acalorados diálogos y debates.
Yo les conozco sus caretas, las máscaras
que alternan, sus voces. Tienen un personaje para cada día de la semana:
Pinocho, El Guerrero, El Loco, El
Payaso, El Santo, El Diablo, El Alegre de los fines de semana.
Como he hablado cara a
cara con cada uno de ellos, lo curioso es que estás ánimas me ayudaron a
descubrir una realidad, oxímoron si los hay. Sin que lo dijeran abiertamente, a
través de sus comportamientos descubrí, por ejemplo, que EL Diablo, a veces
tenía actos más benévolos y
misericordiosos que El Santo, y que este último tenía algunos pequeños odios extraños, que serían
más propios del primero. De lo que deduje que, sobre la naturaleza humana léase
también –mi naturaleza- en lo referente a valores, nada es neutro, lo bueno y
lo malo viene mezclado.
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