domingo, 23 de julio de 2017

El otro lado del corazón.


Frecuentemente tengo diálogos internos, a veces habla mi mano derecha con mi mano  izquierda, igual pasa con mis oídos o con mis ojos y con todo aquello que parece simétrico, aunque siempre una parte es distinta a la otra,  comparable a  los sinónimos que  parecen decir la misma cosa pero que no son idénticos, los gemelos son otro ejemplo, nosotros sabemos que sólo son duplicados en su aspecto externo.

Cosas parecidas pasan con otras partes del cuerpo, el cerebro derecho y el cerebro  izquierdo, el corazón derecho y el corazón izquierdo. Darme cuenta de estas sutilezas me ha llevado  medio siglo de tiempo, las últimas charlas versan sobre esto.

En esta suerte de ejercicios con la historia,  se puede cambiar  los lugares y los tiempos. Verbigracia Borges con Borges en su cuento “El otro”, un diálogo imaginario y fantástico entre ellos, el más joven, con menos de veinte años,  y el más viejo ya en los finales de sus tiempos. En dicha fantasía el más interesado de aquel encuentro le pregunta al otro “¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?”.

Estas charlas internas permiten notar las diferencias que conviven en uno, y considerar  sus distintos aspectos, aceptar  estas divergencias, encontrar  palabras, mediar  en sus conflictos, permitir  a nuestro cuerpo ser más paciente, amoroso y  sereno, asumiendo la incompletud de nuestra condición, evitando la neurosis de las preguntas repetidas o la esquizofrenia de las paradojas enfermizas, donde el inconsciente nos avisa que por esos caminos no se resuelven los laberintos. En síntesis, distinguir los inconvenientes de los problemas y estos de los dilemas,  hacer las paces con ese super yo tan construido, para otros con el alter ego.

Salvando las diferencias literarias yo practico el ejercicio inverso, ver al joven y al  hombre con los años que hoy tengo, diferenciando los momentos, la mirada del mundo, del cosmos y los aprendizajes de todos aquellos trayectos. “El hombre de ayer no es el hombre de hoy” rezaba una cita, me resulta muy interesante jugar a este diálogo interno  entre el que fui y el  que soy, o con todas aquellas partes que necesitan una expresión de sus sentimientos, a veces basta encontrar una palabra.

Mi teoría conjetural es que la personalidad total surge de complejos intercambios, entre ellos, de las  interrelaciones humanas, con el medio, consigo mismo, sin dejar de lado las relaciones con nuestro propio tiempo, los ciclos vitales, la  resignificación  de las reglas en los nuevos momentos.
Volviendo al otro lado del corazón, el opuesto al que ríe, aquel lado de rojo intenso, caliente, la geografía donde arden los calderos, del otro conozco sus formas, de este a veces no sé cómo se comporta. Puedo sentir los extremos, cuando se demora el verano y escasean los leños del invierno para mis fuegos, ese menguar de las energías  de aquellos brillos intensos.

Cuando el mundo se opone a mis deseos no sé qué hacer con sus protestas, no me hace bien discutir aquellas creencias ni tampoco ignorar lo que siento, es en esos momentos en que soy reactivo y severo…entonces … escucho sus lamentos…le escribo versos… y entre los flujos y reflujos de nuestros ánimos, algo se aclara y podemos vivir con ello.


Hace tiempo que charlamos, creo que él también ha empezado a escribir, aunque no me lo confesado hasta el momento, para diferenciarse como todo hijo dilecto,  intuyo que hace relatos y cuentos. El continuo libro de los cambios hace que el escribir y el aprender sean perpetuos.

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