Frecuentemente
tengo diálogos internos, a veces habla mi mano derecha con mi mano izquierda, igual pasa con mis oídos o con mis
ojos y con todo aquello que parece simétrico, aunque siempre una parte es
distinta a la otra, comparable a los sinónimos que parecen decir la misma cosa pero que no son
idénticos, los gemelos son otro ejemplo, nosotros sabemos que sólo son
duplicados en su aspecto externo.
Cosas
parecidas pasan con otras partes del cuerpo, el cerebro derecho y el
cerebro izquierdo, el corazón derecho y
el corazón izquierdo. Darme cuenta de estas sutilezas me ha llevado medio siglo de tiempo, las últimas charlas
versan sobre esto.
En esta
suerte de ejercicios con la historia, se
puede cambiar los lugares y los tiempos.
Verbigracia Borges con Borges en su cuento “El otro”, un diálogo imaginario y
fantástico entre ellos, el más joven, con menos de veinte años, y el más viejo ya en los finales de sus
tiempos. En dicha fantasía el más interesado de aquel encuentro le pregunta al
otro “¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?”.
Estas
charlas internas permiten notar las diferencias que conviven en uno, y
considerar sus distintos aspectos,
aceptar estas divergencias, encontrar palabras, mediar en sus conflictos, permitir a nuestro cuerpo ser más paciente, amoroso
y sereno, asumiendo la incompletud de nuestra
condición, evitando la neurosis de las preguntas repetidas o la esquizofrenia
de las paradojas enfermizas, donde el inconsciente nos avisa que por esos
caminos no se resuelven los laberintos. En síntesis, distinguir los
inconvenientes de los problemas y estos de los dilemas, hacer las paces con ese super yo tan
construido, para otros con el alter ego.
Salvando las
diferencias literarias yo practico el ejercicio inverso, ver al joven y al hombre con los años que hoy tengo,
diferenciando los momentos, la mirada del mundo, del cosmos y los aprendizajes
de todos aquellos trayectos. “El hombre de ayer no es el hombre de hoy” rezaba
una cita, me resulta muy interesante jugar a este diálogo interno entre el que fui y el que soy, o con todas aquellas partes que
necesitan una expresión de sus sentimientos, a veces basta encontrar una
palabra.
Mi teoría
conjetural es que la personalidad total surge de complejos intercambios, entre
ellos, de las interrelaciones humanas,
con el medio, consigo mismo, sin dejar de lado las relaciones con nuestro propio
tiempo, los ciclos vitales, la resignificación de las reglas en los nuevos momentos.
Volviendo al
otro lado del corazón, el opuesto al que ríe, aquel lado de rojo intenso,
caliente, la geografía donde arden los calderos, del otro conozco sus formas,
de este a veces no sé cómo se comporta. Puedo sentir los extremos, cuando se
demora el verano y escasean los leños del invierno para mis fuegos, ese menguar
de las energías de aquellos brillos
intensos.
Cuando el
mundo se opone a mis deseos no sé qué hacer con sus protestas, no me hace bien
discutir aquellas creencias ni tampoco ignorar lo que siento, es en esos
momentos en que soy reactivo y severo…entonces … escucho sus lamentos…le
escribo versos… y entre los flujos y reflujos de nuestros ánimos, algo se
aclara y podemos vivir con ello.
Hace tiempo
que charlamos, creo que él también ha empezado a escribir, aunque no me lo
confesado hasta el momento, para diferenciarse como todo hijo dilecto, intuyo que hace relatos y cuentos. El
continuo libro de los cambios hace que el escribir y el aprender sean
perpetuos.
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