viernes, 29 de enero de 2016

¿Pequeños grandes hombres?




Los hombres medios no fabrican bombas ni fijan el precio del petróleo, no obstante, el viento en sus campiñas inclinan los sembrados al compás de aquellas moderadas brisas, a veces a la derecha, a veces a la izquierda, no hay grandes tormentas pero esa aparente calma tiene a veces nefastas consecuencias.

Los hombres medios tienen modales sobrios y engañosos, se muestran algo ansiosos, cuando llueve mucho o llueve poco, cuando la caja y el bolsillo sufren deterioros por complejos avatares que responden al libro de los cambios y a los  climas inciertos de la historia  que se avecina.

Los hombres medios mudan de partido, cambian de religión, se hacen socios de un equipo de grandes ligas que brilla en televisión, el pragmatismo aniquila sus valores, cambian  de ideas, de amigos y de corporaciones, se compran nuevos pantalones, conceden tiempos cortos, el verano la moda les impone. Los autónomos resisten, son una minoría que respeta las leyes y sus modos, los contratos con los otros, el costo de elegir no les trae mayores alegrías ni menos sinsabores.

Los hombres medios juegan el papel socialmente obediente. Como no están en el paraíso, hay mentiras, justificaciones y coaliciones, también disimulos, secretos, mensajes dobles, informaciones  a gusto de los consumidores

Los hombres medios en las reuniones chicas no soportan el precio de la verdad, entre  el cinismo y la hipocresía  toleran algunos males argumentando el respeto y la urbanidad.


Los hombres grandes se quejan de la limpieza y dejan el excremento de sus mascotas en la vereda  o en los pasillos, se quejan de las leyes y estacionan en doble fila, se quejan de las tasas y los servicios y no pagan  deberes  impositivos, se quejan de la pobreza y miserean al trabajo y el oficio.
Los hombres medios buscan nuevos padres,  ya que los suyos  murieron, eligen  algunos sustitutos, un general, un presidente, un sacerdote. Los perfiles oscilan según sus  humores y sus caprichos


Los hombres medios son los gobernados que no gobiernan ni sus días  ni aquellos espacios de su geografía.

viernes, 22 de enero de 2016

La nube.



            Los seres humanos muestran un profundo deseo de que exista una realidad
            objetiva, lo que revela una necesidad de certezas que procuren seguridad y
            bienestar. Este deseo no ha escapado a la ciencia. “Parecería  que para un
            científico (y quizás para todos nosotros) hay algo aún peor que el fracaso
            personal: el descubrir que la realidad que se ha estado buscando y sobre la
            que se ha trabajado tantos años no es sino una de las tantas realidades”
                                   John Briggs y David Peat.

He dejado en aquel estado vaporoso el perfil de mis fantasmas, otrora estaban en el éter, lugares al fin de cuentos y quimeras, ingrávidos, inaccesibles con brújulas o mapas. Difícil de entender para las mujeres y hombres productivos, aquellos “Famas” que necesitan ver para creer, con el  agravante de que   en estos espacios  no se le conoce forma alguna a esta materia de inaprensible fantasía.

Los fantasmas que tengo en un archivo no pueden ser observados y son realmente una invención  ( ? ) con la paradoja que esto representa…extraños a cualquier unidad de medida.  con una capacidad de evadir cualquier protocolo que los pese o los mida, huidizos a toda crítica moral y con dificultades manifiestas para ser descriptos.

Mis espectros me han recriminado  que el ciberespacio es un lugar muy solitario y aburrido, un desierto inmenso y plano, allí  duermen al sereno  y de noche se protegen del frío con papeles que yo mismo he imaginado. Suelen jugar al ajedrez y ya han escrito más de mil hojas en una antología de poemas con una decena de  heterónomos . Ante mis ausencias,  el aburrimiento les ha despertado proyectos creativos, la escultura, entre ellos. Uno ha llegado a ser chef  tomando un curso interactivo gratis por Internet

Mi idea primogénita escondía malas intenciones, mi deseo era que algún hacker se robara mis espíritus, cosa que resultó poco probable ya que solo uno les puede dar vida y hasta el mismo autor desconoce los alimentos que favorecieron su crianza.

Allí están, esperando que los despierte de tanto en tanto, cristalizados en una foto borrosa, quietos en su neblina, hasta que les saludo y recobran vida, como si despertaran de una ensoñación, retoman el movimiento y participan de acalorados diálogos y debates.  Yo les conozco sus caretas, las máscaras que alternan, sus voces. Tienen un personaje para cada día de la semana: Pinocho, El Guerrero, El Loco,  El Payaso, El Santo, El Diablo, El Alegre de los fines de semana.


Como he hablado cara a cara con cada uno de ellos, lo curioso es que estás ánimas me ayudaron a descubrir una realidad, oxímoron si los hay. Sin que lo dijeran abiertamente, a través de sus comportamientos descubrí, por ejemplo, que EL Diablo, a veces tenía actos más benévolos  y misericordiosos que El Santo, y que este último tenía  algunos pequeños odios extraños, que serían más propios del primero. De lo que deduje que, sobre la naturaleza humana léase también –mi naturaleza- en lo referente a valores, nada es neutro, lo bueno y lo malo viene mezclado.

lunes, 18 de enero de 2016

El lado constructivo de la angustia.



Nadie escapa a la angustia existencial y es de cierta normalidad (?) apelar al indicador de soportar algunos niveles de angustia, aunque personalmente, no  siempre pueda cuantificarla.

A veces la angustia tiene sus cosas positivas,  sentir y pensar  la angustia de ser mortal nos puede ayudar a comprender que no somos eternos y aprender a disfrutar lo que tenemos aquí y ahora.

La soledad existencial a veces nos puede molestar pero también nos puede impulsar a estar bien con nosotros mismos.

El miedo a perder lo que tienes  te puede ayudar a valorar y degustar  más lo que tienes.

La intranquilidad repetida y frecuente por alguna amenaza tal vez nos mueva a indagar  las causas de aquella inquietud.


sábado, 16 de enero de 2016

El relato.



En el relato hay cosas interesantes, entre otras, lo que se dice y su correlato, lo que se hace. También es importante  desentrañar   lo que se  omite, lo que oculta el que narra, sea esto consciente o inconsciente, hasta podría haber  cosas que están y que se ignoran.

Sería positivo distinguir el relato político –que frecuentemente  tiene múltiples intensiones e intereses- del relato individual, oh!!! Que coincidencia  !!!

Cada cual tiene su relato, su historia, su narrativa, una forma de creencia, es posible que esta sea una versión mejorada  y más humana de nosotros mismos. Después la cosa se complica, porque es el otro el que interpreta nuestra narrativa, los otros creen o no lo que decimos y hacemos. Quizás lo más cercano a la verdad sea decir y dejar que el cuerpo hable con su propio lenguaje, que la corporeidad sea coherente con  el discurso, que nuestras acciones  desnuden  lo que sentimos.

¿Que nos queda de aquella palabra llamada realidad si algo se oculta y algo se miente?



jueves, 14 de enero de 2016

El hombre que abrió la puerta de su casa.



Antes que su cabeza
le ampliara la mirada
algo o alguien
le abrió el corazón

se olvidó de las manías
de una supuesta perfección
de aquel férreo protocolo
del orden y el control

abrió la puerta
sintió la brisa y el sol
dejo que entrara
aquella temida y alegre emoción

olvidó el viejo piloto
el casco la armadura
el escudo y las pastillas

para el corazón

martes, 12 de enero de 2016

Segunda carta a noveles docentes.



A sabiendas de que mi propósito es inabarcable, insisto en completar las líneas generales de mi ideario pedagógico con esta segunda y última carta.

Es un buen gesto de nuestra parte agradecerles a nuestros estudiantes lo que nos han enseñado. Algunos podrán decir que enseñar es nuestra tarea y nuestro compromiso, nadie creo que esté en contra de esta afirmación, mas también es cierto que un docente es un perpetuo aprendiz y que no debe desaprovechar ninguna oportunidad, al respecto creo que, la relación pedagógica alumno-  maestro, maestro – alumno es la que nos provee de los mejores estímulos en este sentido.

Los educadores tenemos una atracción especial por las metáforas, sería interesante hacer algunas elecciones en este aspecto de aquellas que mejor nos definen y de aquellas que por negación pueden describir mejor nuestra identidad, a saber:
Un docente no es un sacerdote, un vigilante, un gendarme, un espía, un soldado o un reproductor de lecciones.
Un docente es: un abridor de puertas, un jardinero, un sembrador, un constructor de puentes, un partero, un mediador.
Un alumno, no es un amigo, no es un hijo, no es un trabajador –en el sentido económico del término-. El docente no es un padre, no es un hermano mayor, no es un patrón.

Es importante dar el ejemplo, pero no ser modelo a copiar porque también se copian los defectos  y nosotros bregamos por la autonomía  y la originalidad, es decir que la idea final es emanciparlos, bregar para que cada uno sea un creador y no un mero imitador o hacedor.
La ejemplaridad tiene que ver con  el acto educativo, con el hacer y el  decir, con las  prácticas cotidianas, aquí,  la obra y el autor son una misma cosa, aquí a diferencia de otras manifestaciones, el arte y el artista se fusionan. Si empezar a horario es una regla, el profesor debería ser el primero en demostrarlo. El docente pone en juego su “sí mismo”, y también debe ser capaz de hacer las cosas que pide que hagan sus discípulos.

La paradoja del error requiere un capítulo aparte, por un lado es comprensible y lógico que el educando se equivoque en sus primeros ensayos, si ya sabe todo a que vendría, sin que esto presuponga ignorancia porque algo también  sabe; distinta es nuestra actitud ante las evidencias de sus equivocaciones – a pesar de  que hacemos loas al aprendizaje por el error- . Ese comportamiento de vieja data se les pega a algunos colegas a tal punto que no se  aprecia cuando alguien  hace una redacción afectuosa desde la emoción,  con las mejores intenciones, y recibe a cambio una lista de errores de ortografía, advertencias sobre algunos modismos de la generación  pulgarcito/a y algunas cuestiones sobre conjugación de verbos, de tal suerte que aquella inspiradora narrativa surgida de la inteligencia emocional fluye al final por la rejilla.

A veces solicitamos una producción escrita a los estudiantes, juramos y perjuramos que para mejorar la escritura, entre otras cosas, hay que escribir, cuando ellos aceptan el desafío nos fijamos más en sus faltas que en sus dones, en las formas más que en el contenido, nos horrorizamos por una “V” donde debería haber una “B”, señalamos el olvido o el agregado irrespetuoso de la ”H”, la carencia de un tilde o su mal uso, como si todas estas cuestiones fueran asuntos de mentes criminales, logrando de esta manera pavimentar  la espontaneidad y la expresión. Nosotros sabemos que se puede escribir muy bien sin decir nada significativo, y todo ello respetando las cuestiones instrumentales, entre ellas, todas las reglas matemáticas del lenguaje.; de esta manera no es curioso que la escuela no produzca grandes lectores ni escritores y que muchos de ellos sólo  nazcan y se críen en los bordes de la academia.

Una de las formas de aprender es por el error, por supuesto cuando estos no son trágicos y ni  tan grandes, excluidos están  aquellos  en los que se nos va la vida.
Es deseable ascender utilizando otros niveles, un estadio interesante es el llamado a “Aprender a aprender” y el más alto el “meta aprendizaje” , aquel en el que   nuestra libertad creadora nos permite ver el propio y deseable horizonte pedagógico, es decir, diseñar por cuenta propia una ruta aproximada de nuestros estudios. Anteriormente nos referíamos al error de los escolares, no se interprete – como diríamos en el deporte- los errores no forzados de los catedráticos,  es decir de su gramática,  de su semántica y de su sintaxis.

En las reglas este buen arte es condición de un pedagogo tener esperanza. Por la vida –como todos- vamos entre las angustias y las esperanzas, sabemos que somos seres incompletos y en ese proceso inacabable no carecemos de sufrimientos, pero sería inimaginable no tener esperanza, siempre podemos ser algo  mejor como personas y como sociedad, siempre podemos cambiar algo por pequeño que sea.

Otra cuestión interesante de observar es como circula el poder en el aula, o en sus extensiones, un indicador de ello es como circula la palabra ¿habla sólo el maestro o alterna la palabra con sus alumnos? ¿se crea un espacio para el diálogo? ¿los colegiales puede interpelar? ¿preguntar? ¿reclamar? ¿plantear problemas? ¿proponer?

Conocer al alumno y al entorno también es una premisa, conocer la cultura del barrio, su lenguaje, sus reglas, el sistema donde habita, en algunos sitios una expresión es un insulto y en otro es un elogio.

Por último, Maestros: a pulir  la palabra, la escritura, vuestro cuerpo en movimiento, el sentir, el decir y el vincularse, desarrollar el “yo observador”, el aprendizaje recíproco, la trilogía de practicar, teorizar y reflexionar, el hacer ejercicios de osadía, el usar el “sí mismo”, el  ganarse una sana autoridad que ayude a ser más grande a los otros, el  sembrar la confianza, la perseverancia, el  sostener la urdimbre y el estimular  la trama.



lunes, 11 de enero de 2016

Tómese un rato.



Tómese un rato
para mirar a otro lado

tómese un rato
para caminar por la otra vereda

tómese un rato
para encontrar  una  rendija

tómese un rato
para sembrar algo distinto

tómese un rato
para no hacer nada

tómese un rato
para no lograr nada

tómese un rato

para ser usted mismo

viernes, 8 de enero de 2016

El dolor de ella, el dolor de él.



                                   “Nombrando el sufrimiento, exaltándolo, diseccionándolo
                                   en sus más mínimos componentes, esa es, sin duda, una forma
                                   de frenar la pena.” Julia Kristava.

Fiel a su dolor esencial
a la emoción más profunda
-angustia inicial-
la gota insiste en su cansancio

no puede evitar la caída de su llanto,
alguna vez se secará el lago
aquella lluvia tardía de los años
-del deshielo  surgirá la esperanza-



lunes, 4 de enero de 2016

Reloj de pared.



Antes de partir le di cuerda al viejo reloj de pared, a pesar de que creía que a nuestro retorno no estaría  funcionando, nuestra ausencia rondaría los 10 u 11 días. Imaginé que aquella máquina seguiría con sus tictaques y sus campanadas en soledad, con las luces y las sombras de esos días.

Cumpliría su trabajo, agotaría sus energías, pondría en juego sus reservas. El querido instrumento había pasado en el último año (es curioso hablar del tiempo del tiempo) por dos grandes reparaciones, en dichas operaciones lo habían destripado, en la segunda oportunidad un apasionado relojero lo había afinado con la perfección de un artesano, cicatrizando  de esta manera sus heridas.


En tiempo de decepciones, a nuestro regreso,  grande fue nuestro asombro al ver el péndulo en su acostumbrado movimiento. Admiramos desde entonces esa lealtad, el sostener aquella misión, y empezamos a tenerle un afecto extraño.