No sé si le está permitido a un agnóstico como yo hablar del “alma”, aunque si estoy autorizado a conjeturar, de tal suerte que, si la tuviera (ya que no puedo afirmarla ni negarla) sería un alma joven. Tal hipótesis se debe a que aún tengo algunos asombros.
Tus asombros no son
iguales a los míos.
El asombro es esa
inmensidad.
La vida que vivimos y
la vida que contamos son la realidad y la ficción entremezcladas.
Aquellos candados
oxidados se rompieron,
la marioneta pudo
cortar sus sogas.
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