“Le pareció extraño sentirse tan
inquieto. Se acordó de una historia de un indio americano que iba en coche con
un blanco.
Este conducía muy rápido. De pronto
el indio gritó: -¡Pará!
El conductor se asustó y frenó,
entonces el indio bajo tranquilamente y se sentó en el borde de la carretera.
-¿qué haces?- preguntó el blanco. El indio le contestó –Espero a mi alma, ella
no va tan deprisa.” Rafik Schami (Sofía o el origen de
Todas las historias).
El cuerpo,
la mente, la emoción y el sentimiento
son atletas que juegan a distintas velocidades, los ritmos, las
cadencias , el estilo, la armonía , el souplesse , entre otras estéticas, son
variadas en cada uno/a y en cada situación.
El símil
de la emoción es como andar en moto, por los tránsitos de la emoción uno tiene
el cuerpo totalmente comprometido, siente un temblor, ese ronronear del motor,
percibe las frenadas suaves o bruscas, aquellos saltos en las calles empedradas, las inclinaciones del cuerpo en las curvas y contra-curvas, el
viento, las variaciones de temperatura…
La acción
es como andar en tren, lanzado sobre las vías toda nuestra humanidad avanza en
forma arrolladora, el sentimiento se parece al taller del herrero, chispas que
se encienden y se apagan y esa paciencia del oficio de modelar los materiales.
El pensamiento es un director de orquesta que hace las entradas pertinentes. El análisis y la reflexión es caminar o andar
en bicicleta en modo zen.
La emoción
antecede a la acción, porque ella es el motor que inicia aquella ignición,
la acción
es más rápida que el pensamiento, la reflexión es más tardía , necesita más
tiempo, a veces es menester hacer un alto, esperar sentado en el camino, tomando un vaso de agua,
contemplar es mirar más despacio, una meditación con movimientos más suaves.