miércoles, 15 de septiembre de 2021

Una práctica cargada de teoría, diálogo y reflexión.

 


 

“Todos sabemos algo. Todos ignoramos algo. Por eso aprendemos siempre”

Paulo Freire

 

                              Laboratorio didáctico.  Sport Club Cañadense.      14/9/21.

 

En las relaciones pedagógicas existen encuentros mágicos. Después de casi un año y medio de las limitaciones que nos ha impuesto la pandemia docentes-alumnos y alumnos-docentes nos hemos vuelto a encontrar. Crear ese espacio-tiempo donde se articula la acción, el pensamiento, el sentir y la palabra nos reencuentra con el eros, esa mezcla de deseo, placer y amor en el arte-ciencia de aprender y enseñar.

 

Por ello, por lo que acontece necesitamos escribir, ponerlo en palabras, leer y releer la misión elegida. De esos momentos uno necesita dejar una seña en el papel, un mojón, una foto congelada del instante que eterniza un gesto, un estar siendo, la construcción de un andamio que nos permite mirar más alto, más lejos y más ancho sin dejar de ver desde dónde hemos partido. Porque no se puede olvidar lo que nos forma, porque no hay que dejar que el viento se lleve el recuerdo del encuentro vivido.

 

Uno quiere llevar consigo -porque también nos forma- las historias de los otros, llevarnos esos retazos o fragmentos de vida cuando el recreo nos iguala, cuando juntos sabemos crear esa empatía.

 

Es ahí que descubrimos que todos somos enseñantes ¿acaso la vida del alumno nos es también una formación que lleva encima? Cuando la palabra circula, cuando está cerca de nuestros oídos, cuando dejamos que el otro nos diga, cuando “una reflexión entre iguales” (Ira Shor) nos inspira. ¡Volver a encontrarnos nos  enciende aquellas  brasas, los pequeños y grandes fuegos, nos calienta, nos aviva!

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