“Todos sabemos algo. Todos ignoramos algo. Por eso
aprendemos siempre”
Paulo Freire
Laboratorio
didáctico. Sport Club Cañadense. 14/9/21.
En las relaciones pedagógicas existen encuentros
mágicos. Después de casi un año y medio de las limitaciones que nos ha impuesto
la pandemia docentes-alumnos y alumnos-docentes nos hemos vuelto a encontrar.
Crear ese espacio-tiempo donde se articula la acción, el pensamiento, el sentir
y la palabra nos reencuentra con el eros, esa mezcla de deseo, placer y amor en
el arte-ciencia de aprender y enseñar.
Por ello, por lo que acontece necesitamos escribir,
ponerlo en palabras, leer y releer la misión elegida. De esos momentos uno
necesita dejar una seña en el papel, un mojón, una foto congelada del instante
que eterniza un gesto, un estar siendo, la construcción de un andamio que nos
permite mirar más alto, más lejos y más ancho sin dejar de ver desde dónde
hemos partido. Porque no se puede olvidar lo que nos forma, porque no hay que
dejar que el viento se lleve el recuerdo del encuentro vivido.
Uno quiere llevar consigo -porque también nos forma-
las historias de los otros, llevarnos esos retazos o fragmentos de vida cuando
el recreo nos iguala, cuando juntos sabemos crear esa empatía.
Es ahí que descubrimos que todos somos enseñantes ¿acaso la
vida del alumno nos es también una formación que lleva encima? Cuando la
palabra circula, cuando está cerca de nuestros oídos, cuando dejamos que el
otro nos diga, cuando “una reflexión entre iguales” (Ira Shor) nos inspira. ¡Volver
a encontrarnos nos enciende
aquellas brasas, los pequeños y grandes
fuegos, nos calienta, nos aviva!
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