“…Es necesario aprender con aquellos que han trabajado sobre
esta divergencia entre el sentimiento y la expresión, entre la lengua muda de
la emoción y la arbitrariedad del lenguaje, con los que intentaron hacer
entender el diálogo mudo del alma…” La
lección de los poetas del libro “El maestro ignorante” de Jacques Rancière.
“Sabe que ser poeta es traducir dos veces” Jacques Ranciére
He necesitado tiempo y lo seguiré necesitando para darme
cuenta que los signos son solo herramientas, instrumentos de quien escribe. Mi profesora y amiga de letras me
decía – todos conocemos el abecedario pero poco pueden escribir una obra
literatura-.
Hablar y escribir no es lo mismo, sentir y expresar tampoco
es lo mismo, desde un lugar intelectual parece obvio, pero lo obvio no siempre
se analiza.
El apretón fuerte o débil de aquellas manos, el brillo o la
opacidad de esos ojos, los distintos silencios, el abrazo tímido o efusivo y
prolongado, los mil besos y las mil formas de narrarlos y desde allí al
universo infinito de la piel…todo impacta en ese órgano invisible, el sufrimiento o la alegría, cercana, remota y
presente.
El don del poeta no está en la sintaxis ni en la semántica,
si bien estas cuestiones son importantes no dejan de ser instrumentales. El verdadero arte estriba
en traducir lo que se siente, aquellas sensaciones, percepciones, emociones y
sentimientos que encarna el cuerpo sutil, ese que se sabe expresar con mayor integridad, sinceridad
y contundencia. El lenguaje después de mucho trabajo será una visión aproximada
de lo indecible.
Ser impecable con las palabras implica un trabajo de
escultor, afinar aquellas superficies, modelar la materia buscando sus mejores
formas expresivas.
En este asunto el otro es otro y construye como puede sus
refugios, aquellas narrativas, las maneras de contar y de contarse. Que nadie se crea en esto, títulos y estudios aparte, un
desigual, un ajeno a estas precariedades de nuestra condición.
Cuando pierdo esa escritura, el nombre que nombra lo que soy y lo que siento, pierdo esa
estela primordial que dejo en el mar, esa palabras que quieren durar en el agua
y en la sal.