Es sabido que una orquesta sinfónica tiene
instrumentos de viento (madera y metal)
de percusión y de cuerda.
Imaginemos que las emociones son las cuerdas, es decir,
violines, violas, chelos, contrabajos, arpa y piano…que las acciones o los actos, es decir los comportamientos estén
a cargo de los vientos, entre ellos, flautín,
flautas, oboes, corno, clarinetes, fagot, saxofones, trompetas, trompas,
trombones y tuba … y por último que los pensamientos estén
a cargo de la percusión, timbales, caja…
Siguiendo con este ejercicio de fantasía no nos olvidemos
que allí enfrente está un señor con su batuta que se encarga de mantener el
tiempo, la entrada de los instrumentos, el
espíritu de la obra… Sería un verdadero
caos que las emociones se hicieran cargo de todo el concierto creyendo que
ellas son toda la orquesta.
Continuemos con esta ficción, dándole poder ahora sólo a
los pensamientos, irrumpiendo con sus alocados momentos con solistas agitados
pensando que la actuación sólo es de ellos.
Por último para terminar este ensayo de quimeras soñemos
que las acciones o los actos la asumen la polifonía de los vientos, conjeturen
la luchas de egos por hacer prevalecer el núcleo duro de la identidad de cada uno de ellos.
Afortunadamente hay un director que pese a su ansiedad de
conciencia hace entrar a cada uno en exquisita armonía . Aún en los silencios el equilibrio es perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario