Él se dio cuenta que aquellos mismos ojos aquí y ahora
cambiaban su mirada, sin prescindir de todo lo visto, de aquel registro de lo
mirado, también con las lagunas de lo perdido, pertenencias del olvido de lo
olvidado.
Tal vez pasaba lo mismo en sus oídos al escuchar la resonancia de otros sonidos, entre
ellas, palabras que amplían los sentidos. Quién sabe si no fue en el camino inadvertido por el mercado de las especias que descubrió los aromas que antes no había
sentido, más tarde aquellos sabores,
acaso después los lisos y
suaves contornos que sus manos no habían sentido.
El tiempo renuevó los ropajes de la cultura y él tuvo un
cambio imperceptible en su manera de andar, a lo mejor un prejuicio había comenzado a disolverse, quizás la erosión de
alguna creencia.
Él percibía con
más intensidad aquellos sentidos, el silencio era más sabio, distinguía
aquellas diferencias, el aprendizaje de los contrastes.
Algunas cosas ya no les afectaban y otras se sentían en
carne viva.
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