sábado, 4 de abril de 2015

Simplemente humano.



Sin ser un experto, por simple experiencia y algunas reflexiones, declaro mi incapacidad soberana de educar mis emociones, es más, no creo que se pueda tener un férreo control sobre ellas, sólo creo que hay cierto mecanismo de supervivencia (“principio de realidad”) que evita algunos excesos. Esto no quiere decir que sea un des-controlado sino que abandono esa fantasía de ser políticamente correcto.
Ellas –las emociones-  son autónomas por naturaleza, mientras que nosotros para serlo necesitamos varios estadios, es decir varios calendarios.
Creo que hay una relación entre el sueño y la vigilia, y entre el sueño y la emoción, la primera diada tan compleja como la segunda.  Centrado en el  sueño y la emoción,  ambos, deben tener alguna relación con las expresiones artísticas, no tan fáciles de decodificar, es como decir que se expresan con un lenguaje totalmente distinto al lenguaje matemático o de  la lengua, de tal suerte que tanto el sueño como la emoción necesitan de una traducción compleja, a veces metafórica, aproximada y no exacta para interpretarlo en palabras, o  ponerlo en palabras. Para ello sería  necesario un  tiempo, que le podemos llamar tiempo de análisis y reflexión, en otras palabras una suerte de sedimentación.
La decodificación no es rígida, ya que cada objeto soñado o sentido no tiene un nomenclador universal tan común en los apostadores de  quiniela, cuyo ejemplo más conocido sería  el significado de los números  (la niña bonita es el 15, el muerto que habla es el 48, el ahogado el 58…), pero dicho  código abusa de  rigidez,  ya que tales objetos  o situaciones soñadas  pueden ser distinta interpretación  para cada persona, percepciones e historia individuales  de por medio, entre otras cuestiones.
La primera tarea sería identificar las emociones, la segunda  averiguar porque sentimos lo que sentimos, y por último, descubrir cuáles son constructivas y   cuáles destructivas  para nuestra vida,  cuáles necesitan sanarse, y con  cuáles tenemos el firme deseo de cambiarlas o de vivir con el influjo de ellas.



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