Cuando
estoy triste
lijo
mi cajita de música
no
lo hago para nadie
sólo
porque me gusta
José
Pedroni.
Cinco campanadas me despertaron
en los bordes de los sueños
en el lugar invisible de aquellos silencios
calle solitaria y oscura
de un barrio del cerebro
el lago se seca, el árbol inventa su invierno
-mientras tanto- el viento viene a contramano,
las cartas del oráculo van cambiando
entre la pesadumbre y la plenitud
la moneda tarda un tiempo de mudar de cara a cruz
me cuesta aceptar al mundo como viene,
soy intratable en el reposo de mis
sufrimientos,
en la mochila de las restricciones y aflicciones,
se me ordena confinar el descontento- aquel
desierto-
esas decepciones del afuera y del adentro
no le pido a la palabra ningún encuentro
estoy sólo en este entierro, aún en mi sí
mismo
pierdo la compostura de mis verbos,
hasta que la tinta negra no aclare su tiempo
será conveniente aceptar el encierro
hay astillas ocultas en la subjetividad de los
sujetos
todos toleran ciertos montos de tristeza
yo me juego en mis juegos
busco otro lenguaje, altero los espacios y las
formas
decido mezclar colores con extraños
instrumentos
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