miércoles, 22 de abril de 2015

47. La pesadumbre.



            Cuando estoy triste
            lijo mi cajita de música
            no lo hago para nadie
            sólo porque me gusta
                        José Pedroni.


Cinco campanadas me despertaron
en los bordes de los sueños
en el lugar invisible de aquellos silencios
calle solitaria y oscura
de un barrio del cerebro

el lago se seca, el árbol inventa su invierno
-mientras tanto- el viento viene a contramano,
las cartas del oráculo van cambiando
entre la pesadumbre y la plenitud
la moneda tarda un tiempo de mudar de cara a  cruz

me cuesta aceptar al mundo como viene,
soy intratable en el reposo de mis sufrimientos,
en la mochila de las  restricciones y aflicciones,
se me ordena confinar el descontento- aquel desierto-
esas decepciones del afuera y del adentro

no le pido a la palabra ningún encuentro
estoy sólo en este entierro, aún en mi sí mismo
pierdo la compostura de mis verbos,
hasta que la tinta negra no aclare su tiempo
será conveniente aceptar el encierro

hay astillas ocultas en la subjetividad de los sujetos
todos toleran ciertos montos de tristeza
yo me juego en mis juegos
busco otro lenguaje, altero los espacios y las formas

decido mezclar colores con extraños instrumentos

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