viernes, 9 de septiembre de 2011

POEMARIO: ARQUEOLOGÍA DEL PAISAJE.

Glaciares. (*)

“Todo son preguntas” Juan José Millás.

¿y si la vida fuera esa lengua de hielo
que modela en mi piel aquellas marcas?

¿no será ese río lento el lápiz que escribe
la conciencia profunda de los años?

¿no seré acaso esa cascada
de cambiantes azules y formas agrietadas?

¿en los llantos –lluvia blanca- de tus cimas
no se acumulan mis compactas esperanzas?

¿y tus ciclos: avances –equilibrios-retrocesos
no son también mis estaciones?

¿y tus rupturas no son
las fracturas de mi cuerpo?

(*) Upsala, Spegazzini, Perito Moreno, Onelli, Viedma…

Siempre el movimiento.

“Bailo porque el viento me empuja”
Frase descubierta por “Moni” en una remera patagónica.

Un reloj analógico desplaza su minutero,
las nubes viajan lento por el cielo,
los patos propagan su voz en el aire del invierno,
alguien golpea con su martillo las chapas de su techo,
un perro urbano – como siempre – ladra a lo lejos,
aletean las palomas antes de emprender el vuelo,
motores rugen con variado empeño,
cae nieve en el humeante cerro,
todo se mueve, es lo que siento,
el viento, entre ellos.

Introyección Yámana.

Dame tu sueño canoero,
tu barca de lenga del bosque costero,
tu lengua austral de silencios,
los ojos nómades de islas, canales y archipiélagos,
los rústicos momentos,
los contados afectos,
las cosechas –tu sustento- en esos mares de desierto,
y esa zigzagueante habilidad de gambetear los vientos

Memorias del sur (relato).

Si yo fuera el paisaje que habito y este nuevo y extraño que visito como un sorprendido viajero, diría: que uno es –también – este afuera que nos entra por todos los agujeros.
Un paisaje como objeto para entender la propia historia con simples elementos.

Exploro esa huella que aparece en el deshielo, la yerma tierra o la achaparrada estepa que contemplo, los bloques erráticos de extraña y misteriosa presencia.
¿Dónde está tu límite? ¿En las cumbres más altas o en las aguas extensas? ¿Cuál es el faro último? ¿Hasta dónde alcanzo ese coraje Yámana, Ona oTehuelche?

Hay un tren fueguino que viaja al tanatorio de árboles caídos, otrora alimento del fuego de un Eros que se extinguió con el tiempo, las pérdidas quizás de nuestros inviernos.

Y esta agua clara que bebo de tus glaciares inmensos. En los gigantes: “Lago Argentino” “Lago Viedma” nuestros brillos se reflejan –perlas plateadas- con el sol a contraflecha.
En el reparo de los bosques, con ñires, colihues o lengas –roble blanco que revive después de los incendios- , me refugio de mis inclemencias y los fríos inmensos. Y otra vez la estepa, y como tú, el mejor dulce lo obtengo, en los frutos de tus áridos arbustos, “Calafate” de leyendas, con flores amarillas o moradas según convenga en los desiertos.

Yo también sentí el esfuerzo del trabajo, los años con las viejas comparsas, en los sueños pequeños en los bretes, la esquila de los ojos, la de cuerpo entero y los largos caminos de la lana.

Tal vez quiera ser cóndor, águila o carancho, aves carroñeras de mis Thanatos, de mis oxidados espectros.
Y viajo con ovejas, guanacos, zorros grises y colorados, liebres y castores…recorriendo también mi lejano extremo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario