“Lo cierto es que por mucho que nos pese somos un modesto todo, inconcluso aún, a su vez único e irrepetible, no sumable y que lucha lleno de angustia por trascender”
(Guridi, J., 1994)
En el límite de la tarde
-cuando los partidos están por acabarse-
y resta poco tiempo de jugarse,
cuando uno ve los que salen de la cancha
y cada jugador – mientras tanto - hace sus balances
en la tragicomedia de los participantes,
en el final o en la mitad de la tabla o un poco más adelante.
Cuando con el otro entiendes lo plural y singular
y con parecidas sensaciones rozamos la piel de tantas subjetividades,
el tiempo tan rítmico y marcial
ya no cuenta con principios ni finales,
nos quedamos con los libros releídos –quizás algunos pocos-
descartamos algunas fotos, hacemos más nítido el paisaje
y nos distanciamos de los desengaños de los cuales somos culpables.
De aquellas geografías que algunos ni siquiera miran
mientras que otros andan por valles, estepas o áridos parajes,
en la retirada se deja el equipaje que no se puede sostener
y a veces –voluntario- también se suelta lo pesado,
yo acompaño la congoja y el cansancio de mis amigos en ese café tardío
sé de sus buenas y nobles intenciones – a pesar de la suerte que contaron-
en la pesadumbre y descontento de un siglo que ya termino distinto a lo planeado.
Miro las sombras por tus luces,
el vacío que ha empezado a llenarte,
la cara y cruz de tu moneda,
decidimos - por último- volver a vernos,
cuando el fútbol esté por terminarse,
otra vez, otra vez
al final de la tarde.
sábado, 12 de febrero de 2011
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