“Así como cada forma tiene su complemento,
cada hombre es el complemento de una forma
que se realiza con sus actos”. Del oráculo “I Ching.”
Tomó distancia con sutiles indiferencias,
marcó el límite geográfico de su tolerancia,
puso en práctica su estrategia a contra flecha
de repetidas costumbres e impaciencias.
El cuerpo en el lenguaje de su escena
aprovechó las posibilidades de su proxemia,
se apropió del discurso, desencantando
los hábitos de una vieja escenografía.
Otrora -el papel en su origen-
había buscado otras formas
de expresar lo indecible, buscaba diferencias
esculpía silencios, ensayaba inventos…
De pronto, otra vez inadvertido,
en la aventura de la búsqueda:
entre mímica, susurro, respiración y danza
los indicios se le hacen verbo, símbolo claro.
Con la marea del tiempo alcanza la otra orilla,
la punta de su lápiz hace garabatos
en la arena removida de su conquista,
sus amores le acompañan con canciones y melodías.
El éter cargado de energía materializa la acción,
su lengua es tono más allá de su dicción,
los comensales advierten los lugares
la dimensión de sus inventadas señales.
Las falsas posturas desnudan
grotescas fotos de ostentación,
el egotismo satura la paciencia,
los retratos barrocos son develados.
-Él- madura el sentimiento que encuentra sentido,
la poesía se deja fluir en su lúdica función,
el caos se ordena,
mil hojas abrigan su pasión
Y esta compleja red de signos
le anuncian sin palabras que:
¡se ha vencido!
¡se ha vencido!
miércoles, 5 de mayo de 2010
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