En el vacío
narrativo perdemos la flexibilidad de nuestros egos, el eros, lo simbólico y lo
imaginario.
Abundan los “yo”
y escasea el “nosotros”.
Me
aconsejaron que evite mi compulsión al relato, que sólo me preocupe por
informarme en el corto plazo, que no recuerde, que viva sin compromiso y sin
confianza, que no mire ni contemple el horizonte.
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