Esa palabra que circula, que se habla, se escribe o se lee, resuena en el eco. Vibra en los múltiples diapasones de las mentes y de los corazones.
La palabra
cae en el medio del estanque y produce vibraciones, desde su centro a sus orillas.
Tiembla, se incendia, ama, se apasiona, se excita, tiene pasiones claras y oscuras…
En cada uno
resuena de mil maneras, se re-escriben, se le añaden sinónimos, se pluralizan, juegan
con nosotros y nosotros jugamos con ella.
Una palabra
que circula reniega de los telégrafos, de esas lineales direcciones, inquieta,
amante del movimiento, va dibujando espirales en el aire, suelta y libre se
eleva, nos cambia, nos completa, nos amplía el horizonte. No se cierra, no se
agota siempre se eleva para aquellos que
la honran.
La palabra
ama estar cara a cara, el café de cualquier hora, la ronda de los mates, la
informal tertulia de la plaza. Las voces tienen variados matices, las lecturas
tiene múltiples miradas, la escritura
muchas vidas, la ampliación de los sentidos y a veces hasta nos cura algunos
mal-estares.
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