Las casas des-habitadas pierden sus duendes y fantasmas
Las fotos olvidan su eternidad sumando en su haber
la muerte de los instantes
Los sillones reposan meditando sus ausencias
No hay olores de cocinas y todo se disipa
A la quietud de los objetos nadie les da vida
Los vacíos de los ambientes están llenos de
soledades
Los relojes detienen sus manecillas
Me entristece el abandono de las mesas y las
sillas
Nadie duerme en la cama dormida
El tiempo de los vivos se ha quedado en el
silencio de las esquinas
A los espejos nadie los mira
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