La letra es la firma de lo que escribo, el sobre que te envío.
En esos flashes irregulares de algunas chispas me
defino, en ese destellar intermitente leo y re-escribo.
Papel blanco, letra negra, con esa mirada tan clara ando a tientas y en duermevela escribo a
ciegas.
Como un canto de sirenas ellas me llaman, me
seducen, se desnudan, me acompañan, me cantan palabras enamoradas.
Por los cuatro puntos de mis viajes he buscado la
alquimia de tus vocablos, aquellas expresiones que sonaran eufónicas y
musicales, agradables al oído y perfumadas.
Uno tira de algunos hilos pero realmente encuentra
lo que busca cuando sin querer empuja esa cuerda invisible y de pronto junta
tres palabras en una línea.
A veces vienen y se van, las retengo por un rato y
luego en un tiempo breve se van se pierden entre mis manos.
Intento algunos juegos, versos que riman, las
cambio de lugar, busco su ritmo como si fueran notas de un pentagrama y con
esos silencios que piensan sin decir
nada.
Comparten mis banquetes, saborean las mieles,
aquellos manjares de la vida, de hacer, de amar y de estar con quién nos
acompaña.
Tú y esas letras me acarician en las intemperies
de algunos climas.
Siempre estás, cuando aúlla el viento o cuando me
impulsa suavemente una brisa.
Encuentro tu valor en la cornisa de mis desafíos,
en la escritura que supera los márgenes,
cuando sobrepaso los límites de lo instituido. La osadía que conquisto con el
miedo de mis cobardías.
En la fragilidad de mis lápices, la fortaleza de
lo que escribo.