“Lo
que se calla en la primera generación… la segunda lo lleva
en
el cuerpo.” Françoise Dolto
A veces ciertas familias colocan a algunos de sus
integrantes en roles extraños, le
atribuyen virtudes y capacidades semejantes a unos objetos creados por los humanos, a saber, la balanza, la brújula, o el
metro, entre ellos. Toda una
construcción que se trabaja a la sombra y en silencio. La cuestión de asignar y
asumir tales funciones es un tema aparte.
Ante tales circunstancias algunos pueden poner en palabras lo que se siente
estar en ese entuerto o en ese
baile.
A quienes le dieron el lugar de la
“Balanza” pueden darse cuenta de ello cuando se es capaz de salir
de ese espacio tiempo, cuando se puede salir de aquellos márgenes, cuando se ha salido de los umbrales de “matrix”, cuando
se cansa del fiel, de la aguja que marca
el medio, cuando ya no soporta los forzados equilibrios a costa de los pesados
cargamentos.
Y así llegamos a una etapa en que abandonamos aquellos instrumentos, y empezamos a pesar de más o de menos, sin que nos
importe el juicio de los malos o de los buenos o de los mezclados. Lejos de lo correctamente político, de lo
matemático y lo geométrico,
descubrimos al fin nuestro deseo, no ser
ni balanza, ni brújula, ni metro…ejercitar al fin la libertad, aquellos modos
de querernos.
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