Los dragones amarillos han huido
del país de las grandes murallas
la peste durará un año
la tormenta nos ha dejado
-y aún no ha terminado-
las ramas secas de los árboles
pájaros sorprendidos
grises perseverantes
gotas constantes horadando los
ánimos
se nos ha hecho pereza
esa costumbre al levantarnos
a veces tenemos días blancos
un ostinato sostiene las esperas
extrañamos la energía de aquellos
entusiasmos
las presentes ausencias, los
cuerpos deshabitados
entre el cansancio y la congoja
persiste la incertidumbre
de los días inestables
los fantasmas del miedo
guardados en botellitas –otrora de
perfumes-
deambulan a nuestro lado
a pesar de mis olvidados
desiertos
la intemperie prolonga los
suspensos
un tintero negro se ha derramado
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