lunes, 14 de diciembre de 2020

Legado.

 Mi madre admiraba a los grandes escritores. En un cuaderno, herencia que tengo en mi biblioteca,  atesoraba frases célebres, o como en una revista de época figuraba “Citas Citables” más tarde en otra “Perlas Cultivadas”.

Las re-escribía en las tarjetas de eventos especiales y en las celebraciones familiares, muy común por entonces las tarjetas de la primera comunión.

Las repetía como un mantra para aprenderlas de memoria y expresarlas cuando la ocasión lo ameritaba.

En cada cumpleaños, también en los casamientos  tenía una frase hecha que se hizo muy popular en los más allegados –“Que la felicidad sea eterna compañera”- , esquela que había hecho suya y que se transformó en su firma, su sello, su marca.

Quería ser maestra de trabajo manual.

Yo había grabado a días de su muerte –Tu semilla germina en nuestros corazones-. Más tarde una amiga  reparó en su sueño, ese de enseñar y honrar la palabra.

Tal vez, una célula invisible de su conciencia habita en mí una parte de aquel sueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario