“El
tiempo serpentea.” Imelda Ferrero.
Es aconsejable centrarse en el presente, aunque a veces el
tiempo, lentifica los instantes y hace rodeos por tu mente en ese insomnio adormilado, circunvala aquellas
avenidas de luces apagadas y alumbra al fin, por aquella persistencia, los
caminos transitados, como si tomara agua en un descanso, en un pasaje calmo que
todavía mantiene su empedrado, tal vez de tonos color sepia o de una carbonilla
con negros y blancos.
Recuerda en un otrora, el efecto de sentido de algunas esculturas
hechas por gusto y osadía, la libertad de los candados, el preciso instante en
que aquella marioneta se emancipó de sus amarras en su propio teatro –personaje
principal del escenario. Tal vez aquellos libros esculpidos en madera de –hombres sospechosos- inspirados
libertarios…
Cuando el tiempo camina por sus laberintos y esa mujer u
hombre de hoy se mira en el espejo cuando era otra/o. Más el río pronto retoma
su cauce, aquí y ahora se orienta hacia adelante, corrige esa pereza
imperceptible del destiempo, y todo vuelve
a quedar en el presente, aun lo que ha pasado.
Librado al riesgo y la aventura, al fin uno juega como un niño a estar siendo, a
la andanza de vivir solo viviendo, barquito
de papel que rodea los remansos, confiando su por-venir a la corriente o al viento suave que lo alcanza de atrás o del
costado.
Mientras todo ello
acontecía, el escribiente barruntaba que el futuro es una hoja en blanco
y que el tiempo es un caminante eterno amante de la danza y de su péndulo con su tic
tac constante…
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