lunes, 15 de junio de 2020

Aprendizajes de la vida cotidiana.




Entre el humor, la chanza y la ironía.
Me gusta el humor, que tipo de humor es otro tema, es un recurso maravilloso siempre que sus usos y costumbres estén en la órbita del respeto.
No me gusta relacionarme solamente a través de la ironía, la broma o la chanza, en especial cuando es la única manera de vincularse y cuando esto implica una actitud sobradora, suficiente o pedante, haciendo alarde de una supuesta inteligencia o saber de quién la emite, como si el bromista  o el irónico fuera más inteligente y los demás  unos tontos, torpes  o ignorantes.

Discordias o acuerdos.
Las discusiones son competencias, el diálogo nos integra y a veces nos incluye.
Ser creyente, ateo o agnóstico no debería generar rivalidades ni polémicas, respetar las decisiones personales sería lo más aconsejable. En cuanto nos sea posible es necesario suspender nuestras creencias aunque siempre habrá un límite sobre qué discutimos y cómo discutimos.

En libertad y para la libertad.
No es solo un derecho que se anuncia y se predica, tampoco un instinto, es mucho más que todo eso.
Esa palabra exige ser corporizada, exige que transpire su conquista, exige la ética  de sentirla, pensarla y hacerla realidad, es allí donde ella se manifiesta en toda su potencia y esplendor.
Hay pocos y pocas que puedan sostener aquel principio a través de sus deberes y estandartes, hay una pequeña minoría que puede soportar sus exigencias.
Más allá de los discursos, de aquellos espectáculos, más allá de los monumentos y de las canciones que apelan a su nombre, es necesario las acciones pertinentes, la ejemplaridad en las siembras y cosechas, las primeras letras  enseñanza-aprendizaje de los hijos y de los padres.
No siempre las elecciones son felices, requiere aceptar las osadías, arriesgarse a su práctica .

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