Entre el humor, la chanza y la
ironía.
Me gusta el
humor, que tipo de humor es otro tema, es un recurso maravilloso siempre que
sus usos y costumbres estén en la órbita del respeto.
No me gusta
relacionarme solamente a través de la ironía, la broma o la chanza, en especial
cuando es la única manera de vincularse y cuando esto implica una actitud
sobradora, suficiente o pedante, haciendo alarde de una supuesta inteligencia o
saber de quién la emite, como si el bromista
o el irónico fuera más inteligente y los demás unos tontos, torpes o ignorantes.
Discordias o acuerdos.
Las
discusiones son competencias, el diálogo nos integra y a veces nos incluye.
Ser
creyente, ateo o agnóstico no debería generar rivalidades ni polémicas,
respetar las decisiones personales sería lo más aconsejable. En cuanto nos sea
posible es necesario suspender nuestras creencias aunque siempre habrá un
límite sobre qué discutimos y cómo discutimos.
En libertad y para la libertad.
No es solo
un derecho que se anuncia y se predica, tampoco un instinto, es mucho más que todo
eso.
Esa palabra
exige ser corporizada, exige que transpire su conquista, exige la ética de sentirla, pensarla y hacerla realidad, es
allí donde ella se manifiesta en toda su potencia y esplendor.
Hay pocos y
pocas que puedan sostener aquel principio a través de sus deberes y
estandartes, hay una pequeña minoría que puede soportar sus exigencias.
Más allá de
los discursos, de aquellos espectáculos, más allá de los monumentos y de las
canciones que apelan a su nombre, es necesario las acciones pertinentes, la
ejemplaridad en las siembras y cosechas, las primeras letras enseñanza-aprendizaje de los hijos y de los
padres.
No siempre
las elecciones son felices, requiere aceptar las osadías, arriesgarse a su práctica
.