domingo, 5 de abril de 2020

¿Sueño?



                                               Rosario, primera semana de abril 2020 (Cuarentena).

Como soy un defensor del psicoanálisis reparé en la importancia de haber soñado y traté  de no olvidarlo. No es casualidad que en esta época sueñe tanto.

Estaba en la planta baja  de un gran edificio. En mi ciudad, ya empiezan a crecer algunas torres de cemento con muchos pisos, oficinas y apartamentos varios.

Llegó al fin el ascensor, y subí casi mecánicamente a él, toque el botón del piso 32 o 33, tal vez fuera otro, y mientras subía empecé a reparar en él.

El cubículo era estrechísimo, apenas cabía, una caja en movimiento, un prisma que subía silenciosamente, mi nariz casi tocaba la puerta.

Empecé a transpirar, lo noté en las manos, la garganta seca, algunas gotas de sudor ya caían por la frente.

La piel de la cara se ruborizaba, el metal brillante y opaco de la puerta hacia de espejo, a unos segundos ya estaba roja, todo el cuerpo emitía calor.

Sentí una opresión en el pecho y los  músculos de la espalda estaban con grandes contracturas y dolidos por él desgaste y la tensión.

Sentí el ritmo cardíaco acelerado, la respiración alterada, la inmovilidad de mi cuerpo contrastaba con el movimiento agitado de mi interior.

Quería salir de mi propio cuerpo pero estaba encerrado.


El sueño era raro, como casi todos los sueños.

El control luminoso pasaba los números de los pisos, me decía a mí mismo – ya llego, ya llego!!!-
De pronto noté que ya había sobrepasado el piso 35 y el ascensor no se detenía y continuaba en el ascenso.

El miedo aumentaba y ya casi llegaba a la categoría de terror.

Ya había llegado al  el piso número 100 y continuaba…y continuaba…
fue en ese preciso momento en que  me desperté…

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