El exceso de preguntas cansa, su ausencia embrutece.
Sin dejar de pensar, uno se fatiga de muchos “porqués”.
A veces es interesante cambiar un “porqué” por un “para
qué”.
Si la pregunta no tiene solución, deja la pregunta.
Cuando un interrogante tiene cien contestaciones o por al
contrario secretos que esconden otros secretos, es muy liberador dejar la
búsqueda.
Cuando tienes “los porqués” del sentido de la vida, el
horizonte de tus ansias, en los tránsitos de tus viajes “los melones se
acomodaran solos”.
A veces, para manipularnos, en algunas cuestiones nos dan
sólo dos opciones.
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