sábado, 11 de enero de 2020

Literatura del ánimo




                                   “El sol se pone sin tu ayuda”
                                                              Proverbios de Rabinos (Narraciones del Talmud).

                                   A Liliana.
                                   A Evaristo.
                                   A Mario.
                                   A nosotros mismos.

A veces por lo inevitable o por elección,  a veces por la muerte  o por un  duelo de otro tenor,  a veces por el azar o por la circunstancia, a veces por un momento o por una larga construcción, los humanos vivimos lo que nos toca vivir.

En esos momentos hasta que el cuerpo no encuentre sus palabras, el piso será resbaladizo, aquellos tránsitos se viven como  un destiempo entre lo que se siente, lo que se piensa y lo que se hace.

El viento sopla las nubes,  aquellas densas o esas blancas que aparecen y desaparecen en el ánimo, los días son variables, el oráculo del tiempo, en un mismo día anuncia sol, lluvias, nieblas  ventiscas o un cielo totalmente despejado.

Este enero se parece al otoño, aunque los ocres estén ausentes. Hay una apagada atmósfera, una variante melancólica con distintos desniveles subiendo y bajando aquellas energías.

Recurriendo a la escultura de las emociones, uno encuentra en los objetos, simbólicas expresiones de sus bríos. El antiguo reloj de pared hace sonar sus campanadas, para mi oído no tan muy musical, parecen lentas, pienso – tal vez me olvidé de darle cuerda-, pero más luego compruebo que todo está en orden.

Los ventiladores de casa se quejaron anunciando sus desperfectos, dejamos de usarlos hasta que el técnico viniera a verlo, algunos  días no pudimos  aliviar el calor intenso.

El hidrómetro casero, otrora el modelo tradicional de “la casita del tiempo”, hoy dos delfines (regalo de Las Toninas) que cambian de colores, según esta el ambiente  húmedo o seco, se ven frecuentemente violetas o rosas anunciando un clima variable o lluvioso y pocas veces muestra el azul que pronostica un tiempo bueno.

La lectura literaria puede ser una especie de terapia, no exenta de algunas incomodidades, nos acompaña en la universalidad de las  problemáticas humanas, mientras que los ensayos de  escritura, de nuestra escritura , a veces, alcanzan las palabras justas de nuestra complejas subjetividades.

El dolor de los demás en su expresión irremediable, nos roza la piel, quizás al sentirlo cerca también sea el nuestro, por empatía,  vecindad,  por aquel darse cuenta, o por alguna tristeza que nos acerca.

Ante la imposibilidad de disociar nuestra compasión, algunos síntomas se hacen evidentes, perdemos el foco de nuestras tareas cotidianas, la agenda se altera,  y la atención se dispersa.

El rojo del verano tiene sus grises, a veces las siestas son intranquilas, alguna noche se altera, vienen cansancios tempranos e insomnios tardíos.

Para otros el verano es normal, un verano como tantos.

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