Los primeros minutos del
partido estuvimos cuidando la posición, tanto las blancas como las negras.
Hasta el medio juego las acciones no producían sobresaltos en ninguna de las
dos defensas, estas formaciones superaban los primeros ataques.
Yo notaba a medida que
avanzaban los minutos que el ala derecha de las negras empezaba a
debilitarse y hacia ella procuré iniciar los ataques.
Percibía mi
excitación, la pasión por jugar,
la concentración en cada movimiento, el foco atencional en todo el campo
de juego, la fatiga mental que empezaba a notarse, el miedo a cometer errores
no forzados, la sensación subjetiva del esfuerzo, la hipertonía en algunos
gestos, el diálogo interno, el aumento
de la frecuencia cardíaca, la transpiración, la fruición en cada jugada, el
aumento de la temperatura en mi rostro, la respiración irregular, la adrenalina
en todo mi cuerpo, el entusiasmo por la
victoria y al mismo tiempo el temor
a la derrota, la energía puesta en cada acción, la sequedad
en mis labios, la sed, el hambre, los ruidos de mis intestinos…
Jugué Ah5
(+) y las negras abandonaron…
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