Más que un camino hay que
imaginar un horizonte. Un camino es fácil de diseñar pero difícil de transitar,
aquella perfección se derrumba en el primer recodo inesperado, cuando un
accidente del terreno no previsto en nuestro plan no impone un desvío, tal vez
para volver unos kilómetros y tomar un sendero alternativo.
El horizonte no tiene la
pretensión de un mapa inequívoco, es más
general y orientativo, aunque más ambicioso. Es más común extraviarse en la
rigidez de un camino que en la brújula de un lejano horizonte.
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