Cierta vez aprendí que la
literatura permite la entrada de todo,
lo claro , lo oscuro y lo intermedio, en
ella está la filosofía, la historia, la ciencia, el arte… lo profundo y lo trivial,
la ética y la estética…
Hay historias que nos
llenan de plenitud y otras que nos perturban, ante la lectura no podemos ser
observadores pasivos, siempre somos actores participantes.
Hay lecturas que
despiertan fantasmas y demonios, y hay otras que nos alegran la vida; tanto
el lector como el escritor tienen una actitud parecida cuando se enfrentan a la
hoja escrita o en blanco, pueden imaginar cómo empiezan pero nunca como terminan.
¿Elegimos los libros que
leemos? Siempre existe la sorpresa, no sabemos de antemano el efecto que nos van
a producir, algunos leen la contratapa otros las descartan, algunos quieren
saber el final de antemano y otros que ni le cuenten un acto, en ese mundo entramos desnudos al universo del asombro…
Es verdad que podemos
elegir abandonar una lectura, también suspenderla, considerar su valor o su
carencia, el ánimo que nos acerca o nos distancia.
Seremos lo que leemos y a
la vez no seremos…el viaje acontece desde lo real a lo imaginario de lo
imaginario a lo real, cada cual descubre lo que está mezclado en la galaxia
simbólica de nuestras subjetividades.