No creo en los extremos, ni en el de la omnipotencia ni en el de la impotencia, estos son interdependientes
y entre ellos se alimentan.
No me creo en la
historia de Superman, ni en el de la
Mujer Maravilla, aunque por este lado del mundo se venden muy bien estos
muñequitos de plástico, con su trajecitos de color, los hay hasta inflables, y
se los ve en las tapas de los cuadernos escolares, en las carpetas, llaveros,
medias , remeras, y en una lista de
productos que llega hasta el cansancio.
La cultura de héroe se la observa por todos lados, en el
cine es admirable como mujeres y hombres hacen cosas que no se hacen en ningún
otro lado, hasta el lenguaje esta distorsionado con palabras como heroísmo,
paladín, semidiós, titán, ídolo, basta escuchar
por radio o televisión un partido de fútbol para encontrar aquellas
hazañas y otras maravillas.
Quizás sea el efecto no deseado del -Tú puedes- de la exageración y el
triunfalismo, que no tiene nada que ver con un positivo empoderamiento social e
individual. Nos acomplejamos si no somos primero en casi todo, de tal suerte
que, en casi todo somos los excluidos perdedores.
Estamos al margen de aquellas listas, a diferencia de dicho
modelo yo creo que hay millones de triunfadores, quizás no son todos, por
cuestiones de elecciones y otras pobrezas más complejas, pero sí, estoy seguro
que son millones. Grandes trabajadores, grandes estudiantes, grandes mujeres y
hombres, los actores de los grandes hechos, simples, cotidianos y sostenidos en
el tiempo.