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Julio:
- Yo tengo un cementerio de vivos –
Horacio:
- ¿ Y dónde está ?
Julio:
- Aquí, atrás, al fondo de mi cabeza –
Conversaciones
con Julio Matarín.
No sé si en la naturaleza del cerebro hay un lado
claro y un lado oscuro, estoy predispuesto a creer (cuestión del corazón) que
hay un vasto territorio de claroscuros donde luces y sombras se van mezclando
al estilo de las pinturas de Caravaggio.
A veces uno tiene muy claro –aunque parezca
paradójico que - aquellos lugares de
penumbras son el resultado inteligente de unas sabias emociones, quizás
resueltas un domingo tedioso en una tarde lluviosa y somnolienta. Todo lo humano termina siendo ricamente
complicado de tal suerte que, el conocido oxímoron siempre vuelve a asombrarnos.
La elección fue un paraje deshabitado que
otrora el cerebro había construido buscando agua clara y potable en pozos que
resultaron estar secos y áridos,
consecuencia de “el porvenir
de una ilusión”, que uno había fabricado.
El lugar estaba despoblado sin ningún habitante, estos habían vivido en nuestra
psiquis, aquellos vivos han muerto para nosotros, los ha matado la decepción, el
desencanto y el desengaño. Todo ocurrió cuando las frustraciones repetidas,
deseos simples que se transformaron en vanos, superaron a las aversiones de la
pérdida, aquellos seres, sin importar el género, tuvieron el toque rápido y
terminante de Thanatos, se trató de una muerte simbólica, tan distinta a la
natural.
El viento,
ese viento – que mis inventos no han
creado - hacía volar las cenizas cuando merodeaba por aquellos espacios. Ya no sé el camino que
va a ese campo, que no es santo, las
huellas las ha cubierto él desamparo;
una prueba de ello es la neblina
de olvido que domina el paisaje con todos los
nombres borrados.
El sitio ni
siquiera era un desierto, ya que tengo sobrada experiencia para reconocerlo con
la sola autoridad de haberlos transitado hace largos años. El suelo era un
polvo inerte y blanco, aquella harina blanca semejaba un papel, una página en
blanco, desolada de manchas, como si nunca hubiera existido en ella el más mínimo relato.
Horacio, como siempre, estas en lo cierto. Aunque se me pierde el inicio de tu diálogo con ese Julio Matarin. Me lo podrías reenviar? Gracias Horacio(blanco) de parte de Julio(negro).
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