Yo no puedo – en esta servilleta
compañera
del café del lunes por la mañana-
escribir la fórmula de aquellos remedios
la alquimia secreta de mi farmacia,
las palabras indecibles que me curan
las miradas,
yo no puedo dar cuenta de ese arte
que cambia –a veces- el sentido de los mal-estares
que mezcla la cara y la ceca en el plano de mi cara,
yo sólo encontré un lápiz en los
sótanos de mi inconsciencia
cuando las circunstancias jugaban a
los dados,
empecé por deporte a cambiar de lugar aquellos verbos,
a diferenciar la voz ajena a la voz propia de
mi lenguaje,
a sustituir silencios por tintas de
manchas y colores ,
a quemar las virutas y hacer hogueras
gigantes,
a hervir ilusiones en las ollas vacías de la última
infancia,
yo no sé de dónde salieron esos
frutos
¿qué fabricaba por las madrugadas?
sembré algunos granos cuando atravesaba el
desierto
con el humus imaginario de mis ganas
un abono de cenizas y flores
maceradas,
yo no sé como brotó el sueño y la
templanza,
que virus animó mis fiebres en los desamparos,
que antídotos inventó la
desesperanza,
tal vez pueda recrear algún camino,
ensayos, rodeos, escaladas,
esos refugios que hay en las
montañas,
los intentos de aceitar las bisagras,
las caminatas y los aromas que me acompañan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario