Esa grieta había gambeteado la perfección de la exquisita arquitectura
en ese lugar privilegiado
de la ochava – la vista perfecta de la calle-
la esquina de dos miradas en el caos del paisaje
asfaltos, empedrados y aquellas vías,
el humo tóxico y
la neblina y alguna fantasía entre los claros.
Nadie pensó que el viento acumulara residuos de la pampa,
que de cuerpo y alma le aparecieran sus vitales impulsos,
que una semilla de ideas se hubiera posado en aquel nido
en el refugio de los hombres sensibles al asombro,
que en el pequeño espacio
hubiera germinado,
que de su resistencia sacara esos jugos,
que tuviera hijos autónomos y creativos,
que con tiempo rompiera los cementos
y ocupara sus legítimos
lugares
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