mi madre aceptaba que la vida se le metiera por los poros,
que la cocina fuera la alquimia capaz de reunir los afectos,
no es extraño que juntara palabras que otros inventaban
y en aquella alcancía de historias, citas y buenas intensiones
encontrara el talismán que quitaba sus pesares
aquel “San Cayetano” –un quijote que recitaba en su cuaderno-
cuando el mundo giraba a contramano;
ella acumulaba los escritos como rezos
-yo agnóstico- dormía con papeles de frazadas,
en la urdimbre de los fragmentos
hacia la trama de sus lanas
yo guardo las cenizas de su grafía manuscrita - su propia seña-
donde juegan las diferencias y semejanzas;
se bebía la vida con sus tragos dulces y amargos
como podía cuando podía,
la agridulce mirada del mundo más allá de su mirada
viernes, 30 de septiembre de 2011
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Cierra la panadería.
El salón esta deshabitado de aquellos olores,
la trastienda esta al desnudo,
le falta levadura a la mañana,
nadie anuncia la primer horneada
Cuando muere una panadería
muere algo de mi infancia,
perdemos algo nuestro –de cada día-
y esa ausencia de harinas y masas
la trastienda esta al desnudo,
le falta levadura a la mañana,
nadie anuncia la primer horneada
Cuando muere una panadería
muere algo de mi infancia,
perdemos algo nuestro –de cada día-
y esa ausencia de harinas y masas
viernes, 16 de septiembre de 2011
Jardinero.
Confieso que siembro palabras
que busco secretos lugares
dónde plantarlas
qué las riego
que algunas nacieron
de soledad y esperanza
a veces espero
tres, seis, diez años
en desnudar su alma
unas brotan con cien ramas
otras se secan
de tanta ilusión acumulada
les hablo con sutiles movimientos
-antes de corporizarlas-
a sabiendas de mis primitivas danzas
hoy sus frutos me alimentan
me alegran la mirada
sus aromas me acompañan
a la sombra del árbol
sus leyes me parecen claras
placentera y dolorosa es la garganta
a mi nómades destinos
siempre llevo mis manos verdes:
esa cosecha de palabras
que busco secretos lugares
dónde plantarlas
qué las riego
que algunas nacieron
de soledad y esperanza
a veces espero
tres, seis, diez años
en desnudar su alma
unas brotan con cien ramas
otras se secan
de tanta ilusión acumulada
les hablo con sutiles movimientos
-antes de corporizarlas-
a sabiendas de mis primitivas danzas
hoy sus frutos me alimentan
me alegran la mirada
sus aromas me acompañan
a la sombra del árbol
sus leyes me parecen claras
placentera y dolorosa es la garganta
a mi nómades destinos
siempre llevo mis manos verdes:
esa cosecha de palabras
viernes, 9 de septiembre de 2011
POEMARIO: ARQUEOLOGÍA DEL PAISAJE.
Glaciares. (*)
“Todo son preguntas” Juan José Millás.
¿y si la vida fuera esa lengua de hielo
que modela en mi piel aquellas marcas?
¿no será ese río lento el lápiz que escribe
la conciencia profunda de los años?
¿no seré acaso esa cascada
de cambiantes azules y formas agrietadas?
¿en los llantos –lluvia blanca- de tus cimas
no se acumulan mis compactas esperanzas?
¿y tus ciclos: avances –equilibrios-retrocesos
no son también mis estaciones?
¿y tus rupturas no son
las fracturas de mi cuerpo?
(*) Upsala, Spegazzini, Perito Moreno, Onelli, Viedma…
Siempre el movimiento.
“Bailo porque el viento me empuja”
Frase descubierta por “Moni” en una remera patagónica.
Un reloj analógico desplaza su minutero,
las nubes viajan lento por el cielo,
los patos propagan su voz en el aire del invierno,
alguien golpea con su martillo las chapas de su techo,
un perro urbano – como siempre – ladra a lo lejos,
aletean las palomas antes de emprender el vuelo,
motores rugen con variado empeño,
cae nieve en el humeante cerro,
todo se mueve, es lo que siento,
el viento, entre ellos.
Introyección Yámana.
Dame tu sueño canoero,
tu barca de lenga del bosque costero,
tu lengua austral de silencios,
los ojos nómades de islas, canales y archipiélagos,
los rústicos momentos,
los contados afectos,
las cosechas –tu sustento- en esos mares de desierto,
y esa zigzagueante habilidad de gambetear los vientos
Memorias del sur (relato).
Si yo fuera el paisaje que habito y este nuevo y extraño que visito como un sorprendido viajero, diría: que uno es –también – este afuera que nos entra por todos los agujeros.
Un paisaje como objeto para entender la propia historia con simples elementos.
Exploro esa huella que aparece en el deshielo, la yerma tierra o la achaparrada estepa que contemplo, los bloques erráticos de extraña y misteriosa presencia.
¿Dónde está tu límite? ¿En las cumbres más altas o en las aguas extensas? ¿Cuál es el faro último? ¿Hasta dónde alcanzo ese coraje Yámana, Ona oTehuelche?
Hay un tren fueguino que viaja al tanatorio de árboles caídos, otrora alimento del fuego de un Eros que se extinguió con el tiempo, las pérdidas quizás de nuestros inviernos.
Y esta agua clara que bebo de tus glaciares inmensos. En los gigantes: “Lago Argentino” “Lago Viedma” nuestros brillos se reflejan –perlas plateadas- con el sol a contraflecha.
En el reparo de los bosques, con ñires, colihues o lengas –roble blanco que revive después de los incendios- , me refugio de mis inclemencias y los fríos inmensos. Y otra vez la estepa, y como tú, el mejor dulce lo obtengo, en los frutos de tus áridos arbustos, “Calafate” de leyendas, con flores amarillas o moradas según convenga en los desiertos.
Yo también sentí el esfuerzo del trabajo, los años con las viejas comparsas, en los sueños pequeños en los bretes, la esquila de los ojos, la de cuerpo entero y los largos caminos de la lana.
Tal vez quiera ser cóndor, águila o carancho, aves carroñeras de mis Thanatos, de mis oxidados espectros.
Y viajo con ovejas, guanacos, zorros grises y colorados, liebres y castores…recorriendo también mi lejano extremo.
“Todo son preguntas” Juan José Millás.
¿y si la vida fuera esa lengua de hielo
que modela en mi piel aquellas marcas?
¿no será ese río lento el lápiz que escribe
la conciencia profunda de los años?
¿no seré acaso esa cascada
de cambiantes azules y formas agrietadas?
¿en los llantos –lluvia blanca- de tus cimas
no se acumulan mis compactas esperanzas?
¿y tus ciclos: avances –equilibrios-retrocesos
no son también mis estaciones?
¿y tus rupturas no son
las fracturas de mi cuerpo?
(*) Upsala, Spegazzini, Perito Moreno, Onelli, Viedma…
Siempre el movimiento.
“Bailo porque el viento me empuja”
Frase descubierta por “Moni” en una remera patagónica.
Un reloj analógico desplaza su minutero,
las nubes viajan lento por el cielo,
los patos propagan su voz en el aire del invierno,
alguien golpea con su martillo las chapas de su techo,
un perro urbano – como siempre – ladra a lo lejos,
aletean las palomas antes de emprender el vuelo,
motores rugen con variado empeño,
cae nieve en el humeante cerro,
todo se mueve, es lo que siento,
el viento, entre ellos.
Introyección Yámana.
Dame tu sueño canoero,
tu barca de lenga del bosque costero,
tu lengua austral de silencios,
los ojos nómades de islas, canales y archipiélagos,
los rústicos momentos,
los contados afectos,
las cosechas –tu sustento- en esos mares de desierto,
y esa zigzagueante habilidad de gambetear los vientos
Memorias del sur (relato).
Si yo fuera el paisaje que habito y este nuevo y extraño que visito como un sorprendido viajero, diría: que uno es –también – este afuera que nos entra por todos los agujeros.
Un paisaje como objeto para entender la propia historia con simples elementos.
Exploro esa huella que aparece en el deshielo, la yerma tierra o la achaparrada estepa que contemplo, los bloques erráticos de extraña y misteriosa presencia.
¿Dónde está tu límite? ¿En las cumbres más altas o en las aguas extensas? ¿Cuál es el faro último? ¿Hasta dónde alcanzo ese coraje Yámana, Ona oTehuelche?
Hay un tren fueguino que viaja al tanatorio de árboles caídos, otrora alimento del fuego de un Eros que se extinguió con el tiempo, las pérdidas quizás de nuestros inviernos.
Y esta agua clara que bebo de tus glaciares inmensos. En los gigantes: “Lago Argentino” “Lago Viedma” nuestros brillos se reflejan –perlas plateadas- con el sol a contraflecha.
En el reparo de los bosques, con ñires, colihues o lengas –roble blanco que revive después de los incendios- , me refugio de mis inclemencias y los fríos inmensos. Y otra vez la estepa, y como tú, el mejor dulce lo obtengo, en los frutos de tus áridos arbustos, “Calafate” de leyendas, con flores amarillas o moradas según convenga en los desiertos.
Yo también sentí el esfuerzo del trabajo, los años con las viejas comparsas, en los sueños pequeños en los bretes, la esquila de los ojos, la de cuerpo entero y los largos caminos de la lana.
Tal vez quiera ser cóndor, águila o carancho, aves carroñeras de mis Thanatos, de mis oxidados espectros.
Y viajo con ovejas, guanacos, zorros grises y colorados, liebres y castores…recorriendo también mi lejano extremo.
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