…debo conservar cierta timidez y un dejo de prudencia,
que hace tiempo estoy tratando de abandonar,
todo ello por el excesivo cuidado en algunas expresiones,
además me olvido, entre otras cuestiones, inconscientemente
de ciertos acentos extraños a mi gramática
que le darían ciertamente un tono más fuerte
y enérgico a algunos versos;
cuando las letras apiñadas se leen a viva voz o en respetuoso silencio
la lengua se hace discurso,
y es allí dónde las entonaciones cobran vida
adquieren ese juego de intensidades, matices y colores;
a veces es necesario golpear con una palabra bien ubicada
el comienzo del renglón:
“Zumban las balas en la tarde última”
es una muestra de botón del arte del viejo maestro;
más humorístico es el “Pelotudo” enfático de Fontanarrosa
en el congreso de su lengua: acentuado imaginariamente en el “tu”;
aunque hay otras maneras más sutiles de hacerse notar:
los dos puntos, alguna palabra encerrada entre guiones,
una expresión desusada en la academia más directa y contundente;
a pesar de mis cuidados, no dejaré de equivocarme
con otros errores u horrores ortográficos
que siempre generan una culpa escolar de séptimo grado,
tal vez repetiré algunas obsesiones que hacen ruido y un eco discordante,
tal vez sature de ritmo algún poema;
es que aquel mar ondulante del renglón
es un juego-pasión insondable que me atrapa
y comienza cuando me aferro a aquella palabra que flota a la deriva
y me lleva no se dónde…
domingo, 29 de agosto de 2010
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