Las herencias son muy buenas, si se hace honor a ellas, ser creador de respuestas o hacerse preguntas nuevas. La sangre, de aquellos árboles, sólo vale si los amores se encarnan, los cuerpos saben de contactos y distancias, la piel es sabia: distingue una genealogía esencial en las caricias cotidianas.
Es necesario juntarnos con ese minoría, ser conscientes de una soledad compartida, animarnos con cierta intrepidez, mezclar la aventura y valentía. Saber que en estos casos, la osadía tiene fronteras imprecisas, de tal suerte que, sin ninguna desmesura, la prudencia no avanza más allá de los umbrales.
En extrañas condiciones -dónde los libros no aconsejan- , quizás en originales mapas familiares; los mandatos miran por el espejo retrovisor, con esa sonrisa social de ocultos guiones. Sólo el paso del tiempo se anima a suspender inconscientes devociones, dejar en suspenso viejas tradiciones.
Algunos dicen: que hay que hacer pactos de ternura con nuestros pequeños odios, acunar los mal-estares y esquivar los brulotes que el enemigo envía desde la orilla opuesta, que a veces es, un complejo, paradójico y complicado camuflaje de uno mismo.
sábado, 5 de diciembre de 2009
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