En un país, el olvido se quería comerlo todo, a veces el viento llevaba las cenizas de los días como hojas de otoño trituradas por las inclemencias, cada día era un nuevo comienzo, como avanzar y retroceder al día anterior, y todo ello en veinticuatro horas –casi una instantaneidad- un presente perpetuo, aunque la política del momento se jactaba de presentar algo nuevo, imponían una agenda de viejas costumbres que para los más maduros eran películas repetidas que habíamos visto otrora en blanco y negro. El juego de la oca sería una buena metáfora de estos tiempos, se avanzaba una casilla y se retrocedían dos o más.
Aunque la memoria (aquellas experiencias) pueden ser
satisfactorias o dolorosas, junto a la crítica y la reflexión son los únicos
elementos que nos pueden guiar para transitar nuestro camino, para descifrar al
fin cuales son los ideales genuinos y cuáles son los falsos, a saber de las
mentiras manifiestas y acostumbradas que tiene el poder. En este caso nuestra
propia biografía ofrece innumerables ejemplos que nos permiten hacer unos ejercicios de diferenciación.
Cuando se reduce la historia a unas pocas palabras, algunos políticos
actuales hacen un relato adecuado a sus circunstancias alterando el tiempo tanto
retrospectivamente como prospectivamente, con resultados generalmente falsos
recurriendo a declaraciones y grandes noticias no inocentes.
Por lo tanto no podemos responsabilizar al tiempo de todo
ello, ni echar la culpa a nuestra suerte ¿Qué categorías de personas serían los
responsables? ¿Acaso los gobernantes? ¿O los gobernados? ¿O ambos?...
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