A Mónica
Alfonso
Comparto y disfruto ese encantamiento de la palabra, las
desobediencias y las rebeldías de la infancia y de otras invisibles que creo
que sostenemos. Relatos, cuentos y reflexiones donde juega el lenguaje sin
competencias entre la prosa y la poética, esas dos amigas que se encuentran.
Imagino sus
silencios, sus posturas, sus gestos, el goce, el ritual de limpiarse los
cristales de sus lentes, antes de escribir o leer en “La hora del cuento”.
Preguntas, tránsitos, miedos, las decisiones, la muerte y el
renacer de algunos paradigmas y enseñanzas, el formato religioso, los pecados,
la emancipación de estar descalzos por
un tiempo… el infinito universo de las letras.
Me identifico con las palabras con el clima de época de la niñez, expresiones,
dichos, costumbres, las fiestas, los afectos familiares…
A los relatos los imaginaba en un teatro con un formato
unipersonal, el cuerpo de la letra en escena, la escritura y la actuación, a
sabiendas que las palabras son ficción y no ficción
Empatiso con esa cosas porque las siento.
(*) Del libro “Reflexiones desobedientes: relatos descalzos”
de Mónica Alfonso
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