Se ha roto la cuerda del reloj de pared. Se ha perdido su
tic-tac, aquellas campanadas, el equilibrado movimiento de su péndulo, las oscilaciones hipnóticas son aquí y ahora una
estoica estatua. Yo medito en silencio su inactividad.
El grillo ha olvidado el momento de anunciarse, los pájaros desorientados han renunciado al
ritual de su canto, la calle está más calma. Algunos hombres y mujeres llegan
tarde al trabajo.
A veces basta un cambio para que pase algo grande aunque
algunos piensan que nada ha pasado y por ende nada cambia.
El orden y el caos juegan a las cartas sin saber cuándo es placentero
y cuándo es peligroso.
La sociedad está dividida en sus creencias, algunos
políticos piensan que es posible cambiar a cualquier costo, los maestros, psicólogos,
sociólogos… tienen la convicción de que
el cambio es posible sabiendo que no
somos sólo sujetos de la historia sino también hacedores de la historia, también hay un
colectivo de escépticos que afirman que nada cambia.
Yo creo que si amplio mi biblioteca, que mientras leo un
libro, algo cambia, tal vez otro brillo en mi mirada, tal vez comprender el universo de una palabra, tal
vez contemplar lo que pasa, desde allí creo en ese extraño efecto dominó, a veces basta no
solo mirar al frente sino girar tan solo un poco la cabeza a los costados.
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