Yo
sé que las palabras en su trama han tejido el abrigo
de
mis desamparos, un refugio que en su inicial desnudez
y
en su extraña paradoja han alimentado
también mi osadía.
Recuerdo la
intemperie de aquella adolescente
soledad
esa inundación de lluvias trasnochadas y de otras olvidadas
no quiero sentir el frío de los leños apagados en los
desiertos de antaño
el día en que los caminos se embarraron -la ruta imposible
por un año-
no quiero escuchar los perros que lloran la presencia de sus
amos
esos pájaros monocordes del camposanto el viento que silva
sus impacientes ansiedades
las biromes vacías los lápices quebrados los colores apagados
las hojas amarillas las flores de plástico los sueños
blancos
los parásitos pensando los insomnios desvelados
Desnudo entre las nubes el poeta camina confiado
el barquito de papel no le teme a los naufragios
me detengo en el límite de mis obstáculos
no avanzo más allá del alcance de mis pasos
hoy aquí y ahora el hombre de carne y hueso
en esta mañana percibe que la vereda mojada no se aferra a sus zapatos
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