“No se puede tenerlo todo”, este concepto tan simple y profundo a la vez no se entiende desde la matriz socio cultural occidental que supimos conseguir.
Conjeturando osadamente sobre el aparato psíquico formulado
por Freud, el súper yo tiene exigencias ilimitadas, no conoce fronteras ni
mapas, niega su techo, su ambición no descansa, nos impone reglas, mandatos,
leyes, normas, nos exige una perfección no humana.
El ello con sus pulsiones y deseos nos empuja, nos incita, nos coloca frente a una vidriera interminable
de estímulos, un shopping lleno de marquesinas, marketing, ornamentos,
seducciones , objetos diversos , un paraíso de colores.
El yo, si es que puede adquirir cierta flexibilidad, entre
sueños, realidades y duermevelas, si puede y quiere apartarse de su núcleo
duro, ejercita cierta narrativa, media entre los dos tiranos, acepta a veces la
imposibilidad de ser completo, aprende a enfrentar sus faltas, aquellos vacíos
y carencias, y tolera al fin, cierto grado de frustración.
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