Cuando estaba abajo, a nivel del piso
en un plano, en el paisaje del barrio
en el portal de la
casa adolescente
en
la aldea que circundaba mis circunstancias
estaba prisionero de aquella
mirada horizontal,
con los límites cercanos a los umbrales
–característica de los primogénitos-
el horizonte era sólo un nombre
inalcanzable.
cuando volé por primera vez
no importa la forma el tiempo o la
distancia
todo el mundo era distinto,
se podía diferenciar lo alto de lo bajo,
lo liviano y lo pesado, lo estrecho y lo
ancho
la amplitud del territorio
el mapa pequeño en donde estaba
y aquel universo y sus galaxias
no fue mi culpa no darme cuenta
todos los tránsitos tienen algunos caminos
pesados
más existe un momento, si uno lo desea
en que se cortan esas cuerdas
se rompen los candados
se des-atan los nudos
que la historia nos ha dado
y mientras andamos des-andamos
desmontamos ideas y emociones
reparamos aquella nave imaginaria de
nuestros viajes
sentimos la desnudez brutal de una tristeza-
que en otro tiempo era intolerable –
desvelamos los vacíos aquellas fallas, abandonamos una frase inventada
y en aquellos precarios astilleros de
nuestros propios y nuevos andamios
arreglamos los agujeros, los abollones, los
clavos oxidados…
con las herramientas que tenemos –primitivo
artesano-
y todo ello porque vale la pena seguir viajando…
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