sábado, 8 de agosto de 2020

Ante el sufrimiento.

 


Cuando la muerte se presenta cercana y nos toca los íntimos afectos, cuando un amigo parte sin imaginarnos el escenario y el momento,  sentimos como si una bomba explotara a pocos metros, conmovidos y aturdidos por su onda expansiva tardamos un tiempo para que nuestra conciencia despierte del tormento y muy lento retomamos los sentidos,  la conciencia del momento.

En ese contexto el cuerpo inquieto se siente incómodo en su propio universo, busca excusas para moverse, se impone hacer algo ante lo irreparable, cualquier gesto de acción es un intento de escapar de la tristeza, la pérdida es también una pérdida de las cotidianas energías y aquellas fortalezas.

Coherente con esa inquietud intentamos hablar, encontrar en la charla con  otros alguna explicación, compartir lo que nos pasa con el propósito de mitigar el sufrimiento. Pero este al final siempre se impone en silencio.

La aceptación lleva tiempo, mientras tanta busco palabras para negociar con el miedo.

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