Las
libélulas danzan por el aire en el perfecto balance de su vuelo pero nadie
puede verlas ni disfrutar de su baile.
Un viento
solitario transita por las calles y por los campos, anda por donde quiere, despierta
emociones por todos lados, tal vez por los silbidos en las ventanas o por una
percepción incierta y cambiante de los
humanos.
La novela de
suspenso que todos escribimos se extiende y los instructivos de los
expertos se modifican a cada rato.
Graciela
dice que el único que trabaja es el inconsciente y yo agrego –a destajo-.
Nos
encerramos aún en los días claros, replegados en los ánimos nublados.
Las aguas de
los ríos y de los lagos se han aclarado, aún resta tiempo para salir a
mirarlos.
Los abrazos
son imaginarios.
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