Hay una porfía inconsciente en mí
una obcecación inadvertida de encontrar alternativas
con el cuerpo con la mente y las palabras
la búsqueda pertinaz de las ochavas
el intersticio que hay entre dos baldosas agrietadas
la argamasa de barro en las casa de campo con ladrillos de
intemperie
esa obsesión para sembrar mis osadías
o esas luchas contra cualquier sumisión a los dolores
resistiendo los soles los vientos y los fríos
en los bordes de los renglones, lejos de sus convenciones
en los márgenes de la escritura y del habla
en los límites de
las hojas, desde el umbral de aquella
casa
la acción la idea y el amor
pueden dar cuenta
si persiste la coherencia
el obstinato de los versos con su lluvia fina
repitiendo sus leyes, hábitos de palabras, trabajos y
labranzas
tal vez, quizás por
ello, nos miran cuando florece el campo
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