Ahora ella se había ido de viaje, para mí a un país
inalcanzable.
Me sorprendí a mí mismo que con el paso del tiempo no me
acordara de llamarla y cuando de tanto en tanto lo recordaba, mi olvido se
hacía presente y con él cierta sensación de ingratitud.
Cuando recurrí al celular, un Nokia antiquísimo con su
pantalla rajada, me di cuenta que aquel objeto ya no funcionaba, habían pasado
algunos años. No podía llamar y si lo
hubiera logrado, ella no podría escuchar.
Hay objetos que mueren y otros que conservan ese aura que
los mantiene encendidos.
Cuando el amor se distancia, flota en el aire esa niebla
evanescente, presencia y ausencia inaprensible como una palabra impronunciable.
Del amor de aquellas raíces, guardo, dejo, re-defino, los
objetos simbólicos y los sentimientos renovados de mi origen.
Ayer por la tarde,
antes del sueño, sin pensarlo había tomado la bombilla de su herencia, hice a
solas algunos mates con aquel silencio como evocando un momento, ahora sin
palabras…
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