…”Y pensábamos en esa cosa
increíble que habíamos leído, que un pez solo en su pecera se entristece y
entonces basta ponerle un espejo y el pez vuelve a estar contento” (Cortázar, Julio. Rayuela).
La historia del pez no creo que funcione en los humanos,
el motivo del epígrafe es el hecho de comprobar que un texto nace de otro
texto, el presente surgió de las
primeras líneas que le preceden.
A hombres y mujeres les corresponden las generales de la
ley en lo referente a nuestra soledad existencial, condiciones afines a nuestra
consanguinidad, de tal suerte que amigos
o enemigos de esta realidad, en algún
momento somos una absoluta minoría, aunque no es real aquello de que estamos
absolutamente solos. Aún en los
silencios estamos en diálogo con nosotros mismos.
Es también cierto que hay mujeres y hombres que escapan
de esos instantes y viven muy ocupados,
estresados, y “sin tiempo” (?) para estar con su conciencia o en el espacio del
análisis.
Mirarse al espejo, o a algún instrumento que nos ayude en
sus reflejos, requiere cierta osadía, me refiero a ver nuestro
cuerpo, nuestra mente, nuestra
sombra, nuestra forma de andar por el planeta, nuestras relaciones…, tampoco es
cuestión de creérsela cuando a veces nos miramos, porque la cuestión es
permanente y en lo cotidiano abundan las sorpresas , la incertidumbre y los
imprevistos.
¿Qué pasará con aquellas personas que no se ven bien, o
modestamente bien ? ¿se contenta con lo que ve? ¿ toleramos nuestras propias
decepciones? ¿y si no le alcanza con lo que fue o lo que es? ¿Qué le marca el
fiel de la balanza?¿ cómo pesa sus bienes y sus pérdidas? ¿pueden dar cuenta de sus puntos claros y de sus
cegueras?...
Hacerse cargo de sí mismo, de sus actos y de sus
circunstancias, de sus esplendores y de sus eclipses, de los límites y de las
conquistas y de sus libertades, de sus candados y de sus emancipaciones, de los
vacíos y de las construcciones, de sus progresos y de sus decepciones…
Una forma de mirarse es escuchar lo que decimos, recordar
nuestras conversaciones, indagar que ven y dicen los otros. Podemos ensayar
además estar aquí y ahora en este presente, darse cuenta y dar cuenta que
siempre estamos aprendiendo, que vamos siendo.
Estar en paz con los espejos es sanar alguna herida
antiquísima que nos ha lastimado, estar satisfecho con el sentido de la vida
que hemos construido y si no es así tratar de cambiarlo, paso a paso.
Estar en paz en esa mirada es tener una relación amorosa con la vida y con los afectos y el
entorno, aunque el mundo vaya a veces a contramano y nos parezca injusto, no
siempre es de nuestro gusto, en ese
sentido sabemos que no estamos en el
paraíso y todo no se puede pretender.
Tal vez sea necesario diferenciar que hay cosas que
elegimos y otras que nos pasan por encima, a veces podemos alegrarnos y a veces podemos perdonarnos.