A Graciela
Steinman.
Un día inadvertido
para la imberbe barba
de mi madurez
compré remeras de color
y una gorra pintoresca
y fui a andar por mis
cosas
creo que me vieron con
ojos nuevos
y yo tuve la suerte de
darme cuenta,
estuve más cerca de lo
inalcanzable
y las distancias no me
molestaron tanto.
Me felicitaron por mi
libro de poemas
vinieron con el corazón
sangrando mis amigos
y yo también fui a ellos
y esta vez más que nunca
las palabras dijeron algo,
me sonrieron las mujeres
jóvenes
yo anduve y ando por la
mente de muchos
y quizás empiece a andar
en mi
un nombre nuevo para mi
canto.
De pronto los colores se
sienten primero
y las formas difusas en
principio
encuentran su lugar en la
composición
de mi cuadro –yo mismo-
En borrador escribo
lo que parece desordenado
ansiosa mi lapicera
no busca el final
sino extenderse emocionada
empiezo a encontrar a los
otros
y a mi
también me sonríen las
alegrías
y las tristezas lloran sus
duelos.
En toda esta grandeza
me asusta un poco
lo etéreo y perdido que
puede haber en esto
porque yo construyo mi
propio camino
y hago mis perfumes
y siembro y cosecho mis
alimentos
y lavo mis excrementos
y si no estoy del todo
limpio
que me vean pues
con todos los blancos
y todos los negros.
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