martes, 14 de noviembre de 2017

Conjeturales.


Acabo de leer “El jugador” de Dostoievki con una actitud desapasionada sobre las pasiones de los jugadores compulsivos, extraña emoción de mi parte ya que mi padre había sido uno de ellos; quizás la distancia, o el tiempo, o ambas cosas permiten mirar aquel  tiempo con otros ojos.
Uno quiere conocer el alma humana, en especial la propia, a sabiendas de que somos imperfectos, motivo por el cual dicha tarea resultará incompleta. Con respecto al alma (no en el sentido religioso) de los otros y de su subjetividad abandono las búsquedas y mis conjeturas; los relatos pueden estar cargados de mentiras y de variadas percepciones, de lo cual se desprende un resultado más incierto.
El otro, frecuentemente, piensa y siente distinto. Adhiero a la idea de que la vida no es neutra, siempre circula entre lo bueno, lo malo y lo mezclado, los hechos tienen consecuencias y lastiman, a veces, la piel de unos y otros, motivo por el cual es difícil tener olvidos y perdones.

Entender algunas cuestiones puede ser muy complejo. A veces uno sólo alcanza a bordear las orillas, darse cuenta cuando alguien no quiere, no puede, no sabe, no intenta… Resulta triste ver en el caso de un jugador compulsivo encontrar a ese hombre o esa mujer, perdido en un destino elegido…

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